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Carolly Erickson

El Diario Secreto De María Antonieta

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  • Isabel Fernándezcompartió una citahace 6 años
    Las lágrimas han emborronado mis ojos mientras veía cómo se lo llevaban, mi noble, tonto, bienintencionado e irritante esposo y viejo amigo. Siempre he estado a su lado cuando hemos tenido problemas. Ahora, en sus últimas horas, no estaré cerca de él. No puedo soportar la idea.
  • Isabel Fernándezcompartió una citahace 6 años
    Cubro estas palabras con la mano, con lo que corro un poco la tinta, porque hay un representante de la Comuna en la sala con nosotros y supongo que puede preguntarme qué estoy escribiendo. Hasta el momento no lo ha hecho.
  • Isabel Fernándezcompartió una citahace 6 años
    Era como si, al ver las moscas, pudiera mantener a raya todo lo demás de la sala, todo lo que no podía soportar ver ni oír.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    Luis y yo no somos marido y mujer en el verdadero sentido.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    Entonces me ha hablado, con cierto detenimiento, acerca del amor, de hacer el amor, describiéndome maneras de acariciar y tocar a un hombre, de excitarle juguetonamente, haciéndolo desearme.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    Me temo que siga siendo un niño para siempre, a menos que sea encaminado en la dirección deseable. Vos debéis encaminarlo. Debe haber un hijo. Varios hijos. Excitadlo. Seducidlo. Para eso es para lo que os traje.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    doctor ha determinado rápidamente que no estoy embarazada («El himen está intacto», le ha dicho con indiferencia a la condesa) y ha opinado que la falta de menstruación este mes ha sido debida a los nervios.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    Estoy casada, pero no del todo. Luis viene a mi cama cada noche como se supone que debe hacer, pero me da la espalda y se pone a roncar. Me siento sola. Tengo miedo de no gustarle. ¿Qué debo hacer?
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    tú crees que yo le gustaré al príncipe Luis?
    —No tengo ninguna duda. Le gustarías a cualquier hombre.
    Le pregunté a mi hermano por la caja de oro que el príncipe Luis me mandó con su sorprendente contenido de setas secas.
    —Quizá sea un afrodisíaco —dijo, en parte para sí mismo.
    —¿Qué es eso?
    —No te preocupes. Puedes preguntárselo al príncipe cuando lo veas. No tardarás mucho.
  • Sara Sofia Valdez Acerocompartió una citahace 7 años
    Finalmente, he sabido lo que sucede entre marido y mujer cuando están juntos en la cama.
    Mi hermano José vino y me dijo que había oído decir que había estado preguntando a los sirvientes acerca de lo que me iba a suceder la noche de bodas.
    —Preguntar esas cosas a los sirvientes no es lo más apropiado —dijo—. Sobre sexo sólo debes hablar con tu marido o tus familiares, tu médico o tu sacerdote.
    —Pero los sacerdotes no saben nada de sexo. Les está prohibido.
    —Ojalá fuera así —dijo José con cierta compunción, alzando las cejas en una expresión de desaprobación—. Pero no nos distraigamos. Esto es lo que tienes que saber. La espada y la vaina.
    Cogió la intrincada empuñadura dorada de la espada ceremonial que le colgaba de la cintura y la desenvainó lentamente de la larga vaina de fino cuero en que la llevaba.
    —¿Ves con qué perfección la espada encaja en su vaina, con qué facilidad puede meterse y sacarse? —Ilustró su pregunta desenvainando del todo la espada y después volviéndola a enfundar, varias veces.
    »Bien, los hombres y las mujeres son lo mismo. Los hombres tienen espadas y las mujeres tienen vainas. Encajan a la perfección; al menos normalmente.
    »La primera vez que la espada entra en la vaina se encuentra con algunos pequeños obstáculos y un poco de sangre. Pero eso termina pronto, y la operación al completo se lleva a cabo fácilmente.
    Sonrió con satisfacción ante su habilidad para explicar el misterio del sexo con semejante rapidez.
    —Ah, y es una experiencia en la que se puede sentir un enorme placer —añadió—. Y se hacen los niños.
    —Si todo va tan bien, ¿por qué Carlota está tan abatida?
    Le mostré a José la carta de nuestra hermana. La leyó y después se encogió de hombros.
    —Debes recordar, Antonia, que Carlota es fea, y muy desagradable. Sin duda, no le gusta a Ferdinando. Me temí que sucediera eso cuando acordamos la boda. Josefa habría sido mucho más de su gusto, del gusto de cualquier hombre. Cuando a un marido no le gusta su esposa la espada no tiene la fuerza y la firmeza necesarias,
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