El pensamiento convergente delimita las opciones
El pensamiento convergente tiene que ver con contraer, con descartar las ideas alejadas del objetivo y con concentrarse en aquellas pocas que dan en el blanco. El truco de la fase convergente está en elegir deliberadamente, procurando no deshacerte de todas las opciones novedosas en tu esfuerzo por ser cabal.
El pensamiento convergente se corresponde con ese momento en el que por fin coges el jamón y el queso, añades también al pack una inesperada ensalada de mango y cierras la nevera.
El pensamiento divergente se corresponde con la conexión de posibilidades, mientras que el pensamiento convergente con la conexión únicamete de las que parecen más prometedoras para cumplir tu objetivo. El pensamiento divergente y el convergente son el latido del proceso creativo. El Yin y el Yang. Su Fred Astaire y su Ginger Rogers. Para bailar, necesitan trabajar juntos y, a la vez, guardar una respetuosa distancia. Primero divergir. Luego converger. Eso es lo que ayuda a bombear pensamientos novedosos. De lo contrario, si empiezas a juzgar todas las ideas a medida que se te van ocurriendo, bloquearás las nuevas conexiones que se te podrían ocurrir.