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Henry S. Whitehead

Jumbee y otros relatos de terror y vudú

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  • Brashancompartió una citahace 2 años
    Aquel grito inauguró lo que ahora considero, al recordar los siguientes días, el periodo más desconcertante, devastador y horrible que puedo recordar de toda una vida no exenta de aventuras. En aquel momento formulé mentalmente una frase descriptiva que aún mantengo: «el Reinado del Terror»
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    Aquel grito inauguró lo que ahora considero, al recordar los siguientes días, el periodo más desconcertante, devastador y horrible que puedo recordar de toda una vida no exenta de aventuras. En aquel momento formulé mentalmente una frase descriptiva que aún mantengo: «el Reinado del Terror».
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    “Cucaracha no hace ruido cuando entra en el gallinero”. Quiere decir: “Sé discreto cuando te halles en presencia de tus superiores”. Bastante pintoresco, ¿verdad? ¡Pobres diablos!
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    Por cierto, señor Lee, que él mismo me dijo que les había puesto pies a los jumbees principalmente para lograr una rima conveniente… ¡Una licencia poética! Los jumbees colgantes no tienen pies. Es una de sus peculiaridades. Sus piernas acaban a la altura de los tobillos. Tienen unas piernas anormalmente largas y delgadas; piernas africanas. Siempre son negros, ya sabe. Sus pies, si es que los tienen, se hallan siempre ocultos en una especie de neblina que surge del suelo allá donde uno los vea. Se mueven y se «retuercen» como lo hacen los africanos de pura raza… apoyándose en un pie mientras descansan sobre el otro… usted ya lo habrá observado, por supuesto… o rascándose el tobillo del pie sobre el que se sostienen con los dedos del otro. No se balancean en el sentido de que parezcan balancearse de una soga, no es eso; no dan vueltas sobre sí mismos. Pero eso sí, siempre miran de frente a quien se les acerca…
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    «Doncella, muchacho, y arpía».
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    «Allí colgaban, aunque no había escalera

    que aguantase sus balanceantes pies».
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    »Dije: “¡Iversen, lo entiendo! ¡Iversen, tengo miedo!”. Mis dientes resonaban como si fueran castañuelas, señor Lee. Dije: “¡Iversen, por favor, márchate! Has cumplido tu parte del trato. Lo siento, pero tengo miedo, Iversen. ¡La carne es débil! No tengo miedo de ti, Iversen, viejo amigo. ¡Pero entiéndelo, hombre! No se trata de un miedo ordinario. Mi intelecto sigue intacto, Iversen, pero sufro un ataque de pánico, de modo que, por favor, márchate, amigo mío”.
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    Incluso mis amigos se ríen, señor Lee —respondió, con una sonrisa tolerante que iluminó momentáneamente su rostro melancólico y blanco como el mármol—. Se ríen de mí en mayor o menor medida porque admito que creo en la existencia de los jumbees. Es posible que todos aquellos con una pequeña cantidad de sangre africana en sus venas posean esa veta de creencia en la magia y sus derivados. ¡Yo, sin embargo, parezco tener una especial aptitud para ello! Para mí se trata de un asunto de experiencia, caballero, y mis amigos son libres de reírse de mí, si así lo desean. La mayoría de ellos… bueno, quizás no admitan sus creencias con tanta libertad como yo.
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    —Incluso mis amigos se ríen, señor Lee —respondió, con una sonrisa tolerante que iluminó momentáneamente su rostro melancólico y blanco como el mármol—. Se ríen de mí en mayor o menor medida porque admito que creo en la existencia de los jumbees. Es posible que todos aquellos con una pequeña cantidad de sangre africana en sus venas posean esa veta de creencia en la magia y sus derivados. ¡Yo, sin embargo, parezco tener una especial aptitud para ello! Para mí se trata de un asunto de experiencia, caballero, y mis amigos son libres de reírse de mí, si así lo desean. La mayoría de ellos… bueno, quizás no admitan sus creencias con tanta libertad como yo.
  • Brashancompartió una citahace 2 años
    —De repente, en aquel silencio mortal, pude sentir cómo el pelo se me erizaba en la nuca, completamente tenso. Los escalofríos empezaron a recorrer mi cuerpo de arriba abajo, y arriba otra vez, señor Lee. Empecé a temblar como un hombre acosado por las fiebres palúdicas, aquí, sentado en mi silla.
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