Este libro profundiza y expande la apuesta de concebir y practicar una psicoterapia donde el terapeuta pueda estar presente como persona real y no como un ente técnico impersonal, impostado e inauténtico. La honestidad y la sinceridad aparecen como actitudes fundamentales de un terapeuta vivo y emocionalmente implicado, que no juega a hacerse el neutral ni el muerto. Un psicoterapeuta que en su trabajo cotidiano puede reír, llorar, enojarse, asustarse, bromear. Un terapeuta abierto y expuesto, que asume y no esconde su propia vulnerabilidad. No se trata, ciertamente, de una mera descarga de sentimientos y opiniones personales por parte del psicoterapeuta hacia el consultante, confundiendo límites y roles. La libertad emocional va acompañada de responsabilidad emocional: se trata de una actitud de autenticidad responsable, que busca no extraviar el momento, el tacto y la primacía de las necesidades emocionales del otro en el contexto de la situación clínica.El acento, entonces, está puesto en el contacto del psicoterapeuta con su propia vulnerabilidad, sin refugiarse en teorías ni técnicas; en el llamado a la creatividad y a la capacidad de jugar. De estas páginas, puede desprenderse algo así como una ética de la vulnerabilidad: reconocer nuestra propia locura y no negarla, evitar la poderosatentación de mostrarnos frente al otro como entes anónimos eimpersonales, o disfrazados de esfinges misteriosas. El otro, su locura y la mía: la psicoterapia no como una mera técnica que un «experto» aplica sobre un «enfermo», sino como un encuentro honesto y respetuoso entre dos seres humanos, cada uno con su historia encarnada, con sus dolores y alegrías, con sus zonas luminosas y sombrías, con sus locuras… y también con sus esperanzas.