Lo curioso era que estaba consciente de que él no sentía hostilidad, ni siquiera impaciencia, sino algo remoto, una inaccesibilidad mucho más difícil de vencer. Se sintió excluida, ignorada, borrada de su vida. Pero después de mirarlo durante un instante con más calma, vio que él sufría tanto como ella. Su rostro distante y cauto estaba compungido de dolor; la llegada del sobre gris nunca lo había marcado tan profundamente como esta discusión con su esposa.