El
Diario de México duró doce años; acabó por azares políticos, no por ser mal negocio. Los diaristas sabían que, aunque el libro es el verdadero asilo de la literatura, junto a la discusión del día —que ciega y ensordece—, junto a la noticia reciente —que embarga el ánimo—, junto al torbellino de las insanas cosas de la calle, el periódico debe ofrecer, como por compromiso moral, un consejo desinteresado, es decir: algunos párrafos de literatura