Cartas de Emily Dickinson: un campo minado

Perdona las Lágrimas derramadas si bien pocas, pero esas pocas, demasiadas, pues ¿no es cada una un Mundo?

Ya soy mayor –esta noche, Maestro– pero el amor es el mismo –como lo son la luna y la medialuna.

Te diré cómo salió el Sol”. Cuando

la gloria del continuar, y no morir

muchos Armarios que el Amor nunca ha saqueado. Tiernamente me haces falta – mucha falta

No logro hallar mi cauce –el Arroyo se torna Mar– al pensar en usted–

Sin ser Rosa, me sentí florecer

Me preguntas qué dijeron mis flores –las muy desobedientes– y les di mensajes. Dijeron lo que dicen los labios en el Oeste, cuando el sol se pone, y lo mismo dice la Madrugada

Me gustaría que no hubiera debilidad en lo que amo. Tengo a las Violetas a mi lado, al Petirrojo muy cerca, y a la “Primavera” –dicen, Quién es ella– pasando frente a mi puerta–

esta persona se presenta en los 1 800 poemas que nunca vio publicados, de maneras siempre distintas que renacen y renacen y renacen.