Alegría

Pensaba que era su forma de acompañarlo, de decirle: no estás solo en ese mundo tenebroso que te tocó.

La verdad dolía, pero era terminante. La mentira te acompañaba siempre.

«La ebriedad no lo exculpa, mijo, sino que lo condena más».

«Uno puede llenar el hueco de historias, y las historias de más huecos y esos huecos de más historias: la vida es una historia que contiene otra y que contiene otra. Uno no está condenado a una sola historia, ¿cierto? Lo mejor que se puede hacer con el hueco es llenarlo… ¿Por qué? Porque un hueco vacío es una tumba».

Lis había pasado a ser, de pronto, ese lugar en la espalda que te pica y no llegas.

Padecería los celos de su marido, primero, y el desinterés de su marido, después.

La impaciencia, ese era otro rasgo característico del calor.

Los planes salvaban. Organizaban los días en estantes imaginarios, todos en fila como adornos pequeñitos.