VI
La Tierra nos salvó, la sangre, el color de las frutas,
el vahído del viento en los desfiladeros de Machu Picchu.
Se apropiaron de todo, pero la Tierra nos seguía cantando,
las Cataratas del Iguazú, el Titicaca, el Orinoco, la
Pampa,
Atitlán, Momotombo, Tikal, Copán.
La Tierra conocía el toque de nuestras manos:
Los volcanes nos hablaban; los ríos nos lavaban las lágrimas,
la selva nos escondió.
A ellos los acababa la nostalgia.
El oro les cobraba su precio. Se mataban entre sí.
Se hundían sus barcos. Sus hijos los desconocían.
En los vientres de nuestras mujeres se fueron extinguiendo.
Sus genes hirvieron en el cacao
y no se reconocieron en sus descendientes.