Casi no hablamos de lo que pasa en la casa, es como si las tres nos hiciéramos las locas, pero las tres sabemos. Sabemos que esa humedad pesada que se respira en el apartamento, aunque abramos todas las ventanas, es una huella. Sabemos que los hongos que empiezan a aparecer en las páginas de los libros son una huella. Sabemos que el frío inusual que hace adentro de los cuartos, aunque afuera estemos casi a treinta grados, es una huella. Sabemos, pero no decimos nada porque seguimos con ese vicio de callarnos las cosas, y yo pienso que eso sea tal vez otra huella, un silencio que nos agarrota, que nos deja sin aire, que nos aleja, aunque hayamos vuelto a vivir juntas.