igual que los edificios, algunas novelas son singulares y perduran y las visitan millones de personas. Otras son anodinas y vulgares y no atraen a nadie, hasta que se desmoronan con el paso del tiempo. Sólo los espíritus locos, los atrevidos, los provocadores, corren el riesgo de edificar novelas perdurables, conmovedoras, que trastornan y estremecen a sus visitantes. La locura es decisiva.