Pronto será la mañana del primer día del año, David, y al despertarse, el primer pensamiento de los hombres será para el Año Nuevo. Repasarán en su mente cuanto esperan y cuanto desean de este nuevo año, pues pensarán en lo por venir. Entonces quisiera yo poder aconsejarles que no pidiesen ni la ventura, ni el amor, ni el éxito, ni la riqueza, ni la vida larga, ni aun la salud. No, sino únicamente que juntasen sus manos y concentrasen sus pensamientos en un sola plegaria: «¡Señor, Dios mío, haced que mi alma llegue a su madurez antes de ser segada!».