Pero lo que más me quedó grabado fue cuando dijiste que John se negaba a abandonar a su esposa, no porque fuera un cobarde, sino porque no quería enfrentarse con mi ira. Eso sí que me llegó, me hizo pensar de veras. No me podía sacar tus palabras de la cabeza. Y, ¿sabes una cosa? Llegué a la conclusión de que tenías toda la razón del mundo, y que John hizo bien en alejarse de mí. No lo perdí por sus defectos sino por el mío: se había cansado de mí y de mi ira. Hace algunos días agarré el teléfono, lo llamé y le dije todo esto.