Libros
editores,Carlos Aguirre y Ricardo D. Salvatore

Bibliotecas y cultura letrada en América Latina

El futuro de las bibliotecas tal como las hemos conocido en los últimos siglos ha ingresado en un periodo de incertidumbre debido a las innovaciones tecnológicas y a los cambios en las formas de adquisición de conocimiento. Sin embargo, la acumulación de libros y documentos continúa ejerciendo una influencia decisiva sobre la manera como nos relacionamos con el mundo del conocimiento, la educación y la producción científica y académica. Reconstruir la historia de las bibliotecas nos ayuda a entender una variedad de procesos históricos y nos ofrece un fascinante recorrido por la conformación de imaginarnos en torno a la cultura, la creación artística y literaria, y la producción y difusión de conocimientos.

Este volumen, editado por Carlos Aguirre y Ricardo D. Salvatore, intenta echar nuevas luces sobre la historia de las bibliotecas en América Latina –bibliotecas privadas, religiosas, públicas, nacionales— y, en particular, sobre su rol en los conflictos sociales y culturales, la formación de los estados-nación, los procesos de cambio político e institucional, la alfabetización y escolarización de las poblaciones, y la acumulación de capital cultural y simbólico. Este conjunto de ensayos intenta contribuir a la historia de las bibliotecas y, a la vez, abrir líneas de conversación con otras profesiones y saberes también interesados en la cuestión de la preservación de los activos culturales, la difusión del conocimiento y las tensiones y debates que ellos generan.
593 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2018
Año de publicación
2018
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Citas

  • Anahí Torrescompartió una citahace 4 años
    materiales del texto: no es infrecuente hallar en las bibliotecas libros impresos encuadernados o intervenidos con manuscritos, o manuscritos que contienen componentes impresos insertos (McKitternick, 2013).
  • Anahí Torrescompartió una citahace 4 años
    Estas últimas se materializaron en las marcas que evidencian la lectura, en forma de subrayados, marginalia (Jackson, 2005), fichas, borradores y todo un conjunto de información menos estable, en forma manuscrita. En ocasiones, esa información se usaba para intervenir el objeto-libro, adhiriéndola en el interior de sus cubiertas, inscribiéndola directamente sobre la portadilla, la contraportada o las páginas de cortesía, o era almacenada en archivos y ficheros personales creados al efecto, y luego circulada por redes de correspondencia entre los estudiosos. En este contexto, el libro entendido de manera tradicional como objeto físico acumulado en estantes se transforma en un artefacto que interactúa con, y es intervenido por, otras manifestaciones
  • Anahí Torrescompartió una citahace 4 años
    De ese modo, comenzó a conectarse el mundo de la historia del libro como objeto estable y acabado —con su tradicional interés por las estrategias del coleccionismo, el mercado internacional, las casas proveedoras, los modelos de organización y los procesos de selección temática de los propietarios— con la dinámica propia de las prácticas eruditas.
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