Hasta que el infierno nos separe

He estado conteniendo el aliento desde el mismo instante en que lo conocí; qué extraño ahora, poder soltarlo al fin

—Pero aún no me has dicho que me amas.

—Eso no es verdad.

—No lo has hecho.

—Lo digo constantemente, lo que pasa es que lo digo en voz muy muy baja. Te lo digo cuando estás en otra habitación, o nada más colgar el teléfono. Te lo digo cuando llevas puestos los auriculares. Te lo digo cuando cierras la puerta a tu espalda. Lo digo dentro de mi cabeza cada vez que me miras

El momento en que nos conocimos resulta insignificante a la luz del momento en que nos hemos vuelto a conocer

Nunca he sentido el mueble sobre el que estoy durmiendo como si fuera mi cama. ¿Cómo podría haberlo hecho, si Nicholas no está allí?

Menuda lástima, saber que me he estado conformando con cosas por debajo de la sonrisa que me está dirigiendo ahora mismo

Sigue haciendo estas cosas aunque él no te corresponda de manera inmediata y evidente

He estado tan concentrada en mi propia infelicidad que no he reparado en la suya.

Es más fácil decidir que no lo quiero a mi alrededor, porque entonces al menos no me puede decepcionar

Nos acostumbramos demasiado a ver la mejor versión de nosotros mismos, así que ninguno de los dos pudo llegar a relajarse y mostrarse con normalidad. Nos hemos estado escondiendo.

«Voy a conseguir esa maldita tarta de limón y tu madre ya no está invitada a la boda». Patada giratoria. «Llevaré puesto un esmoquin y nos fugaremos». Golpe rápido a la garganta. «No llamaremos Deborah a nuestra hija». Patada alta. «Llevo un año sin usar hilo dental». Gancho. «Tu padre se va de putas».