—¿Sabes cuál es tu problema? —le pregunté, con la voz temblorosa.
—No tengo ningún problema.
—Sí, sí lo tienes. Y es que, por mucho que intentes negártelo, por mucho que te joda… sigues enamorado de mí, Jack.
Eso le provocó media carcajada amarga. Se me acercó tanto que tuve que echar la cabeza atrás para mirarlo, pero me no dejé intimidar. No me moví ni un centímetro. Y la voz de Jack casi se convirtió en un susurro.
—Y tú de mí, Jen.