—Mia, necesito grabar esto. ¿Puedo?
Abre los ojos y se detiene al ver el teléfono que tengo en la mano. Con una mirada valiente, asiente.
—Sí.
Sin dudarlo, abro la aplicación de la cámara y la apunto. Con sus ojos bailando de un lado a otro de mi cara al teléfono, empieza a moverse de nuevo.
—Ojos en mí, Mia.
La expresión de su rostro es intensa. Veo cómo cambian sus rasgos a medida que encuentra algo que le hace sentir bien, y va más fuerte, más rápido, más profundo, hasta que tiembla, contiene la respiración y agarra la barra con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. Sus tetas rebotan y la suave carne de sus caderas baila con cada golpe de mi polla.
Me esfuerzo por mantenerla en el marco del vídeo mientras se mueve, pero no es su cuerpo lo que quiero grabar, sino su cara. Mantengo la grabación temblorosa en su mitad superior, para que sus fuertes brazos agarrados a los barrotes y la euforia de su cara sean las estrellas del espectáculo.