FORD V8
Siempre un Ford V8… Porque otros dos tuve,
es ya éste el tercer Ford en el que voy.
En cuestión de coches, siempre un Ford 8V:
un Ford V8 y made in Detroit.
El que no es Ford 8 me parece feo:
y porque he tenido tres Ford, gran turismo,
confundo los de antes con éste y me creo
que los tres son uno, es decir: el mismo.
Fueron el uno de otro el vivo retrato
porque les di a todos idéntico trato.
¡Muy mal trato: es cierto…! ¡Pobre el que ahora uso…!
No parece un Ford, sino un coche ruso:
abollado y sucio y tan despintado
que por todas partes le invade la herrumbre.
Pobrecito coche, siempre estacionado
ante alguna puerta: y en invierno helado
y en verano, echando por sus chapas lumbre.
¡Pobre leal amigo!, que haces mi deleite
gimiendo y soplando con alma de fragua:
porque lleva el cárter vacío de aceite
y porque me olvido siempre de echar agua…
Y él, aun así sigue… Aun así camina…
Corre hasta, yo creo, que sin gasolina.
¡Pobre coche mío! ¡Pobre gran amigo
de tanta aventura cómplice y testigo!
¡Cómplice y testigo de tantas escenas,
y de tantas bromas y de tantas penas:
penas que, sin duda, siempre ha recordado
porque no se olvida, si es el pasado;
y, en cambio, los días amables y tiernos
seguro que todos los ha ya olvidado!
¿A que no recuerda las lindas sonrisas
que se reflejaron en su parabrisas?
No, claro; ni una… No hay gestos eternos
y aquellas sonrisas de mujer, borraron
los dedos de lluvia de muchos inviernos;
pero todavía mi suerte es peor,
que encuentro un instante y de nuevo pierdo
sonrisas o rostros o escenas de amor
al reproducirse el fugaz recuerdo
en el espejito «Liliput-Cinema» del retrovisor.
Y es que envejecemos, Ford 8 querido:
pues, cuando se vuelven al ayer los ojos,
es que ya los muelles se nos ponen flojos
y que nada es ahora lo que antes ha sido.
Sí. Los años jóvenes, que como una hilera
de resplandecientes faroles de gas,
vi siempre delante de mí y a la espera
de que yo llegase, los veo hoy detrás.
¡Noble coche mío! ¡Noble y leal amigo!
servidor paciente de largas esperas
y ejecutor dócil de mis fantasías,
que igual rompes vallas, que trepas aceras;
que, cuando es preciso, subes escaleras,
y saltas cunetas y vas por las eras
y por los sembrados: y que llegarías,
si yo te pidiese también que lo hicieras,
a entrar por los túneles y andar por las vías.
¡Oh, fiel compañero de rutas viajeras
de todas las horas y todos los días…!