Enrique Jardiel poncela

Poesía completa

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  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    ANTE EL TRIBUNAL DE DIOS
    Del limbo se escapan corriendo mis perros

    y llegan jadeantes ante el Tribunal

    y con voz humana, aunque algo animal,

    dicen, señalándome con la misma pata:

    «Oye, Dios: la gente que a éste delata

    dirá lo que quiera, pero ambos decimos

    que, por obra suya, los dos subsistimos;

    que él nos dio comida, cariño y hogar,

    que él nos curó siempre que nos vio enfermar

    y con un cuidado tan extraordinario

    que nunca llamaba al veterinario…

    Todo eso hizo este hombre, y nosotros dos,

    que pasamos años viviendo en su casa,

    juramos que es bueno, ¡ya lo sabe Dios!»

    Hay un gran silencio. La emoción me abrasa

    ante la sentencia, próxima e incierta.

    Pero Dios no duda. Hace abrir la puerta

    del Cielo y resuelve: «Lo han dicho ellos: pasa».
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    A SOLAS EN EL TREN
    Marca el reloj las ocho menos veinte

    y te veo alejarte lentamente

    por la pista de asfalto del andén,

    y veo disolverse entre la gente

    tu cabellera ardiente,

    cuyo sabor conozco ya tan bien.

    Melancólicamente,

    como quien pierde todo de repente

    al perderte de vista, subo al tren

    y, para no pensar que estás ausente

    me encierro en él, dispuesto ansiosamente

    a dormirme acunado en su vaivén.

    Pero no he hallado el sueño apetecido

    porque al cerrar los ojos he advertido,

    como una luz que brota de una llama,

    el brillo de los tuyos encendidos

    en la tiniebla azul del coche-cama.

    Y ya en toda la noche,

    en la profunda soledad del coche,

    te he sentido a mi lado sin estar,

    y junto a mí, en la almohada,

    tu cabeza adorable ha estado echada

    sin poderla besar.

    Este tenerte al lado y no tenerte

    es el símbolo amargo con que choca

    mi ilusión de quererte,

    mi ansia loca

    de volver otra vez a poseerte;

    tengo que resignarme con la poca

    compensación de verte,

    renunciando a tus brazos y a tu boca,

    sin los cuales mi vida huele a muerte.
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    ¡Oh, fiel compañero de rutas viajeras

    de todas las horas y todos los días…!

    ¡Lugar geométrico de mil averías!

    ¡Rastrillo de caucho de las carreteras,

    que, si en vez de España eran extranjeras,

    sacabas más fuerzas de las que tenías

    y entonces volabas, mejor que corrías,

    porque, así, humillando en locas carreras

    a todos los coches de allí que veías

    dejabas bien altas nuestras dos banderas!

    (Pero calla, no hables… ¿por qué te sinceras?,

    ya sé que es la mía por la que lo hacías.

    Pero no te asustes, que seré discreto

    y de tal manera guardaré el secreto

    que desde ahora mismo juro por quien soy

    que no han de saberlo jamás en Detroit).

    Te estimé siempre y te honré también.

    Te honré en tus tuercas, te honré hasta en las «juntas»

    y si no, contesta a algunas preguntas.

    ¿Estando tú en forma tomé yo algún tren?

    ¿Y no callé siempre y siempre me callo

    los contados días que tienes un fallo?

    Y aunque ambos sabemos que sí existen varios,

    ¿he dicho yo a alguien, ni una sola vez,

    que ni entre los coches más extraordinarios

    exista uno solo de tu rapidez?

    ¿Ni otro igual de fuerte? ¿Ni igual de bonito

    aunque estás de feo que causas espanto?

    ¡Di! ¿Opiné algo de eso ni hablado ni escrito?

    ¡No! Porque te quiero. Y te quiero tanto

    a pesar del trato que te doy, ¡oh, Ford!

    que ya lo ves: ahora compongo este canto

    en tu solo elogio, en tu único honor…

    ¿Y con quién he obrado como contigo obro?

    ¡Con nadie del mundo! Pues sabes de sobra

    que el arte, aun siendo arte, se vende y se cobra

    y yo, cuanto escribo lo vendo y lo cobro.

    Y si fui contigo un poco locatis

    esto que te escribo te lo escribo gratis.

    ¿Cómo? ¿Te emocionas? ¡Oh, no! No te dejo…

    y menos que llores, pues no eres un viejo

    para que ahora llores a más y mejor.

    ¿Lo niegas? ¿No lloras? ¡Vamos, que estás chocho!

    Si hasta has hecho charco… ¡Ah! ¿Es el radiador?

    Entonces, perdona, y a todo motor

    dame un buen abrazo, ¡oh, Ford V8!

    ¡Y aprieta bien fuerte, oh, V8 Ford!
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    FORD V8
    Siempre un Ford V8… Porque otros dos tuve,

    es ya éste el tercer Ford en el que voy.

    En cuestión de coches, siempre un Ford 8V:

    un Ford V8 y made in Detroit.

    El que no es Ford 8 me parece feo:

    y porque he tenido tres Ford, gran turismo,

    confundo los de antes con éste y me creo

    que los tres son uno, es decir: el mismo.

    Fueron el uno de otro el vivo retrato

    porque les di a todos idéntico trato.

    ¡Muy mal trato: es cierto…! ¡Pobre el que ahora uso…!

    No parece un Ford, sino un coche ruso:

    abollado y sucio y tan despintado

    que por todas partes le invade la herrumbre.

    Pobrecito coche, siempre estacionado

    ante alguna puerta: y en invierno helado

    y en verano, echando por sus chapas lumbre.

    ¡Pobre leal amigo!, que haces mi deleite

    gimiendo y soplando con alma de fragua:

    porque lleva el cárter vacío de aceite

    y porque me olvido siempre de echar agua…

    Y él, aun así sigue… Aun así camina…

    Corre hasta, yo creo, que sin gasolina.

    ¡Pobre coche mío! ¡Pobre gran amigo

    de tanta aventura cómplice y testigo!

    ¡Cómplice y testigo de tantas escenas,

    y de tantas bromas y de tantas penas:

    penas que, sin duda, siempre ha recordado

    porque no se olvida, si es el pasado;

    y, en cambio, los días amables y tiernos

    seguro que todos los ha ya olvidado!

    ¿A que no recuerda las lindas sonrisas

    que se reflejaron en su parabrisas?

    No, claro; ni una… No hay gestos eternos

    y aquellas sonrisas de mujer, borraron

    los dedos de lluvia de muchos inviernos;

    pero todavía mi suerte es peor,

    que encuentro un instante y de nuevo pierdo

    sonrisas o rostros o escenas de amor

    al reproducirse el fugaz recuerdo

    en el espejito «Liliput-Cinema» del retrovisor.

    Y es que envejecemos, Ford 8 querido:

    pues, cuando se vuelven al ayer los ojos,

    es que ya los muelles se nos ponen flojos

    y que nada es ahora lo que antes ha sido.

    Sí. Los años jóvenes, que como una hilera

    de resplandecientes faroles de gas,

    vi siempre delante de mí y a la espera

    de que yo llegase, los veo hoy detrás.

    ¡Noble coche mío! ¡Noble y leal amigo!

    servidor paciente de largas esperas

    y ejecutor dócil de mis fantasías,

    que igual rompes vallas, que trepas aceras;

    que, cuando es preciso, subes escaleras,

    y saltas cunetas y vas por las eras

    y por los sembrados: y que llegarías,

    si yo te pidiese también que lo hicieras,

    a entrar por los túneles y andar por las vías.

    ¡Oh, fiel compañero de rutas viajeras

    de todas las horas y todos los días…!
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    EL JUEGO Y EL AMOR
    (Carlo Monte en Monte Carlo)

    Sólo en el juego jugar es ganar,

    porque en amor jugar siempre es perder:

    puede ganarse dinero al jugar

    pero al amar se pierde la mujer.

    El juego abre los ojos

    y el amor, en cambio, es ciego

    y aquel que tiene vista

    se decide por el juego.

    Yo sueño con jugar;

    nunca sueño con estrellas

    y si lo hago es por buscar

    cuál me va a ayudar

    para desbancar.

    Una ruleta es la vida al girar

    y la mujer es la numeración:

    la bola, el hombre que cae al azar

    y sin saber ni qué mujeres son.

    Si le resulta mala

    la que le hace prisionero

    el hombre se da cuenta

    de que le han tirado el cero.
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    LA CARTA DEL SUICIDA
    A usted, espíritu fuerte

    que va a llevarse el mal rato

    de levantar mi «yo» inerte

    mi propia mano le advierte

    de que con ella me mato.

    Y que haya salud y suerte

    ya que no hay abintestato.
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    El HOMBRE Y EL CAMIÓN
    La primer condición

    que iguala en absoluto a los dos seres

    que al hombre y al camión

    no pueden conducirlo las mujeres.

    Segunda relación

    capaz de mantenerlos igualados

    que el hombre y el camión

    nos llaman la atención por lo pesados.

    Es la tercer razón,

    quizá porque la envidia les obligue,

    que el hombre y el camión

    no dejan pasar nunca al que les sigue.

    y en fin de la cuestión:

    que aunque ellos ser muy fuertes aseguran

    el hombre y el camión

    al cabo de un par de años no carburan.
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    El AUTO Y LA MUJER
    Pues es, a mi entender,

    de todos la primera coincidencia

    que el «auto» y la mujer

    no salen sin llevar alguna esencia.

    Segundo parecer

    que obliga a mantenerlos comparados,

    que el «auto» y la mujer

    han de ir constantemente bien calzados.

    Pasemos al tercer

    motivo en que se igualan y parecen:

    que el «auto» y la mujer

    se pintan mucho más cuando envejecen.

    Y aún puedo responder

    de una última igualdad ante testigos:

    que el «auto» y la mujer

    no se deben prestar a los amigos.
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    CELOS
    Cuando no hay rival ninguno,

    juzgamos inoportuno

    sentir celos, es verdad…

    más cuando hay rivalidad,

    niños, jóvenes y abuelos

    todo el mundo siente celos…

    ¡Mira que es casualidad! …
  • Mauricio Sbacompartió una citahace 2 años
    Todo arte es una norma, una ruta, una pista

    que uno se marca y sigue porque la cree buena,

    y el que renuncia a ella por la opinión ajena,

    por más que se lo crea que es, no es artista.

    Sin convicción no hay arte, y no hay arte tampoco

    sin personalidad férreamente acusada.

    Y si se es personal le llaman a uno loco,

    pero en arte ser cuerdo es como no ser nada.

    Porque en arte el ensueño debe ser nuestro centro,

    y olvidar la cordura, que es un lastre que sobra;

    y tener sólo un mundo, el de la propia obra,

    y una luz nada más, la que se lleva dentro.
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