Voltaire

pero el furor del entusiasmo, la rabia del dogma, el odio contra las otras religiones estropearon pronto todo lo que los primeros cristianos, imitadores de alguna manera de los esenios,

Se habló de pasiones. «¡Ay, qué funestas son!, decía Zadig. —Son los vientos que hinchan las velas del barco, contestó el ermitaño, a veces lo sumergen; pero sin ellas no podría bogar. La bilis nos vue

Es muy probable que la literatura nazca, en gran medida, del viaje, del relato que el nómada compartía alrededor del fuego.

Bien sabe Dios que yo albergaba tan poca esperanza como deseo de vivir en medio de la tempestad; y era algo que escapaba a mi voluntad, pues iba más allá de mi entendimiento. ¿Por qué trabajar tan duramente para conservar la vida?

en verdad que no fue así; porque de tal manera le engañaron y le robaron los judíos con la diferencia de las monedas, las faltas de peso, el tanto por ciento de comisión, el curso de la plaza, el agio, la cortesía de las letras, la suspen

suspensión de pagos, el cambio, el corretaje, el quebranto y otros ardides de saltear en poblado, que al cabo los diamantes y las perlas y las pepitas de oro desaparecieron. Nada le quedó sino la casa y la huerta.

Yo me lisonjeaba de poder platicar contigo —dijo Pangloss— acerca del mejor de los mundos posibles, de los efectos y las causas, del origen del mal, de la naturaleza del alma, de la armonía prestabilita y de...
El turco cerró su puerta y echó el cerrojo.

y después perfumaron con mucha gracia las barbas a Cándido, a Martín y al filósofo tuerto

que yo sé es —dijo Cándido— que es menester cultivar la huerta.

—No te digo que no, al contrario, aplaudo como es justo esa resolución, puesto que sabemos por el sagrado texto que Dios puso al hombre en el jardín del Edén ut operaretur eum, esto es, para que le labrase, le cultivase; lo cual es una prueba manifiesta de que el hombre no nació para holgar.