El tipo tenía unos cincuenta años y un rostro desagradable. De alguna forma, era todo boca —boca y labios—, los labios de un gourmet profesional, con el inferior colgando en el centro, un labio fláccido y permanentemente abierto de catador, conformado para recibir el borde de una copa o un bocado. Un ojo de cerradura, pensé, observándolo; su boca es como un ojo de cerradura grande y húmedo.