Luisa Gutiérrez

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citael año pasado
    Algo bonito para toda la familia», decía siempre papá cuando hacía planes, y jamás nos preguntaba a nosotras lo que nos apetecía. De todos modos, los planes nunca se hacían realidad, así que ya no me creía ninguna promesa de vacaciones de verano con tantas cancelaciones
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    Con el tiempo, después de haber vivido varios abordajes, pude fácilmente imaginarme lo que en ese instante había ocurrido en la furgoneta de los bandidos
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    Hilda Bandídez cortó la curva elegantemente sin bajar la velocidad. De todos los conductores sin escrúpulos, ella era seguramente la más descarada. En general, se sentaba al volante en bikini o con una camiseta sin mangas, porque lo giraba con toda la fuerza de sus hombros y le entraba calor
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    Dentro de la furgoneta el resto de los Bandídez estaban preparados para la acción. El jefe, Kaarlo el Feroz, se agarraba a uno de los tiradores, con sus magníficas trenzas de bandido oscilando al viento en contra. Pete Dientesdeoro se aferraba a otro de los tiradores y ensayaba su espeluznante mueca para atracos
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    Hele tenía doce años y un supertalento para todo, y por eso era la bandida más peligrosa de la familia
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citael año pasado
    Kalle, con sus nueve años, sintió miedo y risa al mismo tiempo
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    Durante la cuenta atrás ocurría lo siguiente. Con «aparcar» se escuchaba el crujido de los frenos cuando la velocidad bajaba a cero. La furgona se tambaleaba al detenerse. Al grito de «contacto», se abrían ruidosamente las puertas delanteras. Durante la cuenta atrás, Kaarlo el Feroz y Pete Dientesdeoro se posicionaban bien en la puerta y, apoyados en los tiradores, se concentraban para colocarse de un gran salto delante del coche objetivo, exactamente al tiempo que se oía la orden «tiradores»
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    antes de jubilarnos, todos tenemos derecho a hacer algún robo por capricho
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    En ab-so-LU-to —interrumpió Kaarlo el Feroz—. Ni hablar del peluquín. No vamos a darnos la vuelta. He pasado toda la primavera escuchando quejas de que «ah, estoy tan solo». Pues, hala, ahí tenéis una amiguita.
    —Pero es que una amiga no se puede robar así —protestó Kalle—. Así no funcionan las cosas
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    Sabía que en ese punto papá perdería de vista el vehículo de los bandidos, si es que había intentado seguirnos. Mientras, yo me encontraba totalmente sola en la furgoneta con esa terrorífica gente
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