Patricia Teixidor

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    Los perros nos veneran: los gatos nos desprecian.
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    El olor es al menos tan importante para los gatos como la vista, de modo que si pudieran imaginar, se representarían cómo huele algo, más que el aspecto que tiene. Unas cuantas personas son capaces de hacer esto —perfumistas profesionales y sumilleres, por ejemplo— pero normalmente después de un aprendizaje intensivo.
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    Como los perros, los gatos solo tienen dos tipos de conos y ven solo en dos colores, azul y amarillo; en los seres humanos, llamamos a esto ceguera rojoverde.
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    Como en el caso del oído, el sentido del tacto en el gato presenta refinamientos que le ayudan a cazar. Las patas de los gatos son excepcionalmente sensibles, lo que explica por qué a muchos gatos no les gusta que les toquen las patas. Las almohadillas de los gatos no solo están equipadas con receptores que les dicen lo que tienen debajo o entre las patas, sino que las garras también están equipadas con finalizaciones nerviosas que permiten al gato saber cuánto se ha extendido cada garra y cuánta resistencia está experimentando. Como los gatos salvajes suelen coger a la presa entre las garras antes de morderla, sus almohadillas y garras tienen que proporcionarles pistas esenciales de los esfuerzos que está haciendo la presa para escapar.
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    primer lugar, a los gatos
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    no les gusta especialmente que los seres humanos les presten atención, mientras que a los perros sí; por tanto, para entrenar gatos usamos comida como recompensa, en vez de afecto.
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    En primer lugar, a los gatos no les gusta especialmente que los seres humanos les presten atención, mientras que a los perros sí; por tanto, para entrenar gatos usamos comida como recompensa, en vez de afecto.
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    En otras palabras, los gatos están programados para disfrutar sus exploraciones; de otro modo, no aprenderían nada de ellas.
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    Los perros domésticos han evolucionado hasta ser unos observadores excepcionales de lo que quiere la gente de ellos, porque prácticamente cada uso que la humanidad ha querido darles favoreció a los perros que podían interpretar el comportamiento humano, y no a los que no podían. A los gatos se les da sorprendentemente bien seguir gestos simples de señalización, pero cuando se encuentran con un problema que no pueden resolver, tienden a no buscar ayuda en sus dueños, algo que los perros hacen automáticamente.12 La tercera razón es que, aunque los perros se sienten sumamente recompensados por el simple contacto físico con sus dueños, pocos gatos sienten así: los entrenadores de gatos profesionales tienen que apoyarse en las recompensas de comida.
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    Pongamos un ejemplo sencillo: la mayoría de los gatos no saltarán (¡lógicamente!) por encima de un obstáculo si pueden rodearlo.
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