Se ha señalado (Kaufman, 1994; Seidler, 2000) que los hombres viven una contradicción entre ejercicio de poder (entendido como parte del privilegio patriarcal) y dolor. La represión o contención emocional que podría plantearse como trabajo emocional3 imposibilita y priva a los hombres de una experiencia de vivirse como sujetos de masculinidad más humana, en que se mejora la comunicación porque permite liberar energía emocional, que de otra manera suele expresarse en forma abrupta (Kaufman, 1999) y en no pocas ocasiones como violencia, enojo, ira, entre otros.