George Makari

La naturaleza no era el reino de lo milagroso, sino tan solo de lo mecánico

Un año después de esa velada con Descartes y Gassendi, a la tierna edad de sesenta años, Hobbes finalmente se sentó a escribir una obra que justificaría la admiración que se había granjeado entre un amplio círculo de sabios. En 1651 apareció Leviatán o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil

los individuos se fusionaban como partículas para formar el cuerpo político. No existía nada parecido a una sustancia inmaterial

Aun así, ni esta fidelidad evitó que Hobbes casi fuera encarcelado: el autor del Leviatán había colocado al Estado por encima de la Iglesia y había atacado con virulencia las supersticiones que fundamentaban la autoridad eclesiástica.

murió el sueño de una teoría unificada

Bacon comenzó con una advertencia contra aquellos que pensaban que todo lo cognoscible era ya conocido: «Aquellos que con certidumbre o autoridad profesoral hablan de la naturaleza como algo ya descubierto han causado gran daño a la filosofía y a la ciencia, y han conseguido, no solo imponer una creencia, sino evitar mayores cuestionamientos»

En Francia, el espectáculo público de los exorcismos católicos constataba dramáticamente la superioridad moral de dicho credo.

La obra de Thomas Adams sobre el fuego del infierno, Mystical Bedlam; or the World of Mad Men, afirmaba que el precio del pecado era la locura.

En su Tratado sobre el entusiasmo, Casaubon admitía que la inspiración divina podía darse, pero solo en rarísimas ocasiones.

Los discursos del siglo XVII sobre brujería, melancolía y entusiasmo significaron un cambio en las viejas divisiones entre el alma y el cuerpo.