Me observó con una sonrisa extraña, ambigua; no obstante, había algo familiar en su aspecto, algo que reconocí, como la melodía de una vieja canción que súbitamente retorna en un sitio desconocido.
“En verdad no sé por qué estoy tan triste. Me fatiga. Me dices que te fatiga también a ti. Pero cómo llegué a este...” No recuerdo el resto —continuó—, pero siento como si una enorme e inminente desgracia pendiera sobre nosotros.
¿Tienes miedo a la muerte?
—Sí. Todo el mundo tiene miedo a la muerte.
—Pero morir como mueren los amantes. Morir juntos, para vivir juntos.
—Sí. Todo el mundo tiene miedo a la muerte.
—Pero morir como mueren los amantes. Morir juntos, para vivir juntos.
Querida, querida —murmuró—. Yo vivo en ti. Y tú morirías por mí. Te amo tanto.
A lo mejor sea la última vez que contemple el claro de luna contigo.
Pero el amor siempre es egoísta. Mientras más ardiente más egoísta.
dos personas que habían pasado tanto tiempo separados el uno del otro que ya nada los unía.
En aquel momento no se me ocurrió pensar que los tropezones son considerados de mal augurio en Irlanda, un presagio nefasto, y que la risa que se escuchó justo después de mi caída tal vez pronosticaba resultados similares
Tú eres mía y yo soy tuyo. Seamos felices mientras la noche viva
Le Fanu se inspiró en la leyenda de la Condesa Sangrienta, Elizabeth Báthory, como lo hará un siglo después la poeta argentina Alejandra Pizarnik.
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