Jaime Coloma Andrews

se trata de que formadores y aprendices avancen juntos en una empresa interminable de problematización de herencias intelectuales y del psicoanálisis mismo, en tanto saber fallido del inconsciente.

imposibilidad es el nombre del juego, fuente de todo dolor y a la vez de toda dicha y de todo poder de transformación.

Se trata de una actitud diagnóstica que implica conservar una alerta implícita a la “evolución del material”, como lo llaman los kleinianos.

Con los lacanianos, por ejemplo, no concebimos un material, sino que hablamos del “discurso”, aunque, al hacerlo, no podemos referirnos a una “evolución del discurso”.

A un lacaniano lo que le interesa no es el proceso en tanto se da evolutivamente, sino que encontrar aquellos momentos que podemos llamar de significación, en los cuales vale la pena introducir un corte para que, en ese corte, se haga presente el sujeto del inconsciente.

Si no fuera por el dis-curso viviríamos en una continuidad imposible de asumir. La continuidad es quizás asimilable a la llamada Naturaleza, vale decir, un sostén de la existencia precultural. Esa condición donde, según entiendo afirman los lacanianos, un significante inscribe inicialmente lo que se desplegará como Cultura.

el Dasein heideggeriano, por definición excéntrico, instala en esa excentricidad la presencia de lo que Lacan llama “gran Otro”, principalmente identificado con el peso determinante del lenguaje.

Así se da la re-presentación que es una presentación en segunda instancia. Existimos en la representación, en la palabra.

Lo representacional, producto del corte de esa continuidad, hace posible entonces el existir.

Para el lacaniano, el sujeto es un significante significado por otro significante. En la medida que hay un significante dos que significa al significante uno, apareciendo el sujeto.