Como observa Naomi Klein, «se trata, sin duda, del legado más dañino del neoliberalismo: la materialización de su sombría visión nos ha aislado de los demás hasta convencernos no sólo de que no podemos autopreservarnos, sino de que no merece la pena salvarnos», debido a la convicción de que, en lo fundamental, la naturaleza humana no es sino avaricia competitiva, envidia asesina y egoísmo de supervivencia