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Natalia Ginzburg

  • Paulina Fuentescompartió una citahace 2 años
    Escribí esta historia para sentirme un poco menos infeliz. Me equivoqué. No debemos buscar nunca un consuelo en la escritura. No debemos perseguir un objetivo. Si hay algo seguro es que es necesario escribir sin perseguir un objetivo.
  • Lili Joaquíncompartió una citael año pasado
    desnudar las raíces del propio silencio
  • martecompartió una citael mes pasado
    Las fechas son importantes e indicativas, pues explican los cambios de estilo
  • martecompartió una citael mes pasado
    Cuando empezaba a caer la primera nieve, una lenta tristeza se apoderaba de nosotros. Nos sentíamos como exiliados: nuestra ciudad estaba lejos, y lejos, los libros, los amigos, las vicisitudes varias y cambiantes de una verdadera existencia
  • martecompartió una citael mes pasado
    Cuando empezaba a caer la primera nieve, una lenta tristeza se apoderaba de nosotros. Nos sentíamos como exiliados: nuestra ciudad estaba lejos, y lejos, los libros, los amigos, las vicisitudes varias y cambiantes de una verdadera existencia
  • martecompartió una citael mes pasado
    Por eso estamos obligados a buscar siempre nuevas fuerzas, una nueva dureza que oponer a cualquier realidad. Nos vemos empujados a buscar una serenidad interior que no nace de las alfombras ni de los jarrones con flores
  • martecompartió una citael mes pasado
    No hay paz para el hijo del hombre. Los zorros y los lobos tienen su guarida, pero el hijo del hombre no tiene dónde apoyar la cabeza. Nuestra generación es una generación de hombres. No es una generación de zorros y de lobos. Cada uno de nosotros tendría muchas ganas de apoyar la cabeza en algo; cada uno de nosotros tendría ganas de una pequeña guarida seca y caliente. Pero no hay paz para los hijos de los hombres. Cada uno de nosotros, se ha ilusionado alguna vez en su vida con poderse dormir sobre algo, llegar a tener una certeza cualquiera, una fe cualquiera y darle al cuerpo reposo. Pero todas las certezas de entonces nos han sido arrancadas y la fe ya no es algo sobre lo que al fin se pueda dormir.
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 10 meses
    Igual que si llegaras tarde a una cita con amigos, escucharas una anécdota precipitarse al desenlace y te correspondiera imaginar qué la originó, cómo se enfrentaron a ella sus protagonistas: así ocurre en los relatos de Natalia Ginzburg. La autora nos cuenta las historias cuando ya se ha apagado la luz de la habitación de los niños, y algo sucede al otro lado de la pared donde están los adultos
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 10 meses
    De esto tienen mucho sus relatos: de respiración —inspira, espira— brevísima, apenas unas pocas páginas en las que se intuye más que se explicita, en la que el nudo se suelta antes de que nos sintamos como en casa; nos provocan la incomodidad, no nos quieren con ellos, se bastan solos. Funcionan sin el lector, y ahí la paradoja: funcionan para el lector, igual que si te enteraras de una anécdota que se describiese sin florituras, tal y como sucedió, con el tiempo exacto, contada porque necesita contarse. Así, con esa urgencia y esa conciencia sabias, con ese raro apego
  • Ivana Melgozacompartió una citahace 10 meses
    Ginzburg convierte el relato en el territorio de la exigencia; quizá de ahí que no se prodigara en su escritura pública, exigente al decidir qué entregaba a la imprenta y qué guardaba para sí. Consciente de que el mecanismo de escritura se modifica en el tránsito de un género a otro, en sus cuentos —con mucho de estampa— Ginzburg reinventa su escritura.
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