Confesiones de Diego Rivera, hechas a Luis Suárez (Ediciones Era, 1962): a los cinco años de edad, Diego aprende a leer por su cuenta siguiendo el método Froebel. Entonces sucede una escena cumbre:
Cuando mi padre me explicó el objeto de los dones de Froebel me llené de una indignación que todavía recuerdo. Corrí al armario donde mi padre tenía sus libros, cogí el que era mi favorito, lo abrí en la primera página que separaron mis dedos de las otras, y empecé a leerle el texto. Me miraba entre emocionado y risueño. Entonces me dijo:
—Chato, qué buena memoria tienes. ¿Quién te leyó lo que aprendiste?
Entonces me llené de furia, y recuerdo todavía cómo exclamé:
—Viejo pendejo, ¿qué necesidad tengo yo de que nadie me lea lo que está en los libros, o crees que soy tan pendejo como tú?
La cara de mi padre reflejó una alegría como nunca más he visto. Me alzó en peso, y con los ojos llenos de lágrimas, gritó:
—De modo que no me equivoqué. ¡Era exacta la previsión y eficiente el método!