Steven Levitsky

  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    Sin embargo, existe otra manera de hacer quebrar una democracia, un modo menos dramático pero igual de destructivo. Las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los
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    condujo al poder. Algunos de esos dirigentes desmantelan la democracia a toda prisa, como hizo Hitler en la estela del incendio del Reichstag en 1933 en Alemania. Pero, más a menudo, las democracias se erosionan lentamente, en pasos apenas apreciables[1
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    En la actualidad, el retroceso democrático empieza en las urnas.
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    Con frecuencia, los candidatos populistas externos al sistema. Los populistas suelen ser políticos antisistema, figuras que afirman representar la voz del «pueblo» y que libran una guerra contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora. Los populistas tienden a negar la legitimidad de los partidos establecidos, a quienes atacan tildándolos de antidemocráticos o incluso de antipatrióticos. Les dicen a los votantes que el sistema existente en realidad no es una democracia, sino que ésta ha sido secuestrada, está corrupta o manipulada por la élite. Y les prometen enterrar a esa élite y reintegrar el poder «al pueblo». Este discurso debe tomarse en serio. Cuando líderes populistas ganan las elecciones, suelen asaltar las instituciones democráticas. En Latinoamérica, por ejemplo, de los quince presidentes elegidos en Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela entre 1990 y 2012, cinco eran populistas advenedizos: Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Evo Morales, Lucio Gutiérrez y Rafael Correa. Y los cinco acabaron debilitando las instituciones democráticas
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    «La cura para los males de la democracia es más democracia»
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    Ahora bien, existe otro motivo por el que dan este paso: la democracia es un trabajo extenuante. Mientras que los negocios familiares y los escuadrones militares se rigen «por real decreto», las democracias exigen negociación, compromiso y concesiones. Los reveses son inevitables y las victorias siempre parciales.
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    Las crisis son difíciles de predecir, pero sus consecuencias políticas no. Propician la concentración y, con mucha frecuencia, el abuso del poder. Las guerras y los atentados terroristas producen un efecto de «unirse bajo la bandera»[90] como parte del cual aumenta el apoyo al Gobierno (a menudo de manera espectacular)
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    La mayoría de las constituciones contemplan la ampliación del poder durante las situaciones de excepcionalidad.[96] A resultas de ello, incluso los presidentes elegidos de manera democrática pueden concentrar fácilmente el poder y amenazar las libertades civiles durante la guerra. En manos de un dictador en potencia, este poder concentrado deviene mucho más peligroso. Para un demagogo que se siente asediado por las críticas y cautivo de las instituciones democráticas, las crisis abren una ventana de oportunidad para silenciar a la crítica y debilitar a sus rivales. De hecho, los autócratas electos a menudo «necesitan» crisis, puesto que las amenazas externas les brindan la posibilidad de zafarse de sus «cadenas» de manera rápida y, muy a menudo, «legal».
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    Ni siquiera las constituciones bien diseñadas pueden, por sí solas, garantizar la democracia. Para empezar, toda Constitución es incompleta. Como cualquier otro conjunto de leyes o normas, las cartas magnas cuentan con incontables lagunas y ambigüedades. Ningún manual de instrucciones, por detallado que sea, anticipa todas las contingencias posibles o prescribe cómo comportarse en todas las circunstancias.
  • Henri López Pinedacompartió una citahace 2 años
    En el capítulo 4 hemos expuesto tres estrategias mediante las cuales los autócratas electos buscan consolidarse en el poder: apresando a los árbitros, marginando a los actores clave y reescribiendo las reglas del juego para inclinar el campo en contra de sus adversarios. Trump recurrió no a una, sino a las tres estrategias.
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