Por esa domesticación colonial del deseo erótico sexual es que yo prefiero hablar de bastardismo y no de mestizaje. Hubo mezcla, sí, la mezcla fue tan vasta que abarcó la sociedad entera, sí, pero no fue una mezcla libre y horizontal; fue una mezcla obligada, sometida, violenta o clandestina, cuya legitimidad siempre estuvo sujeta a chantaje, vigilancia y humillación. El mestizaje es una verdad a medias que quitándole el manto de la vergüenza e hipocresía se llama bastardismo. Verdad a medias que, quitándole los maquillajes, disimulos y disfraces se llama bastardismo.