Brutal. Demoledor. No hay una sola palabra de más, pero las que que están parecen insuficientes para transmitir el horror y la podredumbre. Una visión descarnada, sin concesiones, sobre el oficio de periodista y su capacidad, casi nula, de influir en el curso de los acontecimientos. Muertos anónimos, muertes atroces, en una vorágine de violencia que azota a El Salvador, pero también a México, en esta confesión, reportaje, memoria, que me hizo recordar las palabras de Dante: Ustedes los que llegaron abandonen toda esperanza.