La ultima revuelta fue liderada entre los años 132 y 136 por Simón Bar Kojvá (Hijo de la Estrella, según el apodo que le otorgó su líder espiritual Rabbi Akiva). Durante un breve periodo se reestableció una entidad judía independiente cuyo centro estaba en Judea, sin embargo, la rebelión fue reprimida, con más de medio millón de judíos muertos, por el emperador romano Adriano quien erradicó a los judíos de Jerusalén y de la zona. Adriano, en su intento por eliminar la influencia judía, impuso el nombre de Siria Palestina a la zona que los romanos llamaron antes Iudaea —Judea, el antiguo Reino Unido de Israel—. Asimismo, en lugar de Jerusalén estableció una ciudad romana: Aelia Capitolina, dominada por un templo en el que primaban la estatua de Júpiter y la de su propia imagen como altares paganos. Esta es la época en que el pueblo judío se descentralizó por la prohibición del culto israelita en Jerusalén, la desaparición no sólo del templo sino de la esperanza de reconstruirlo y la dispersión física de las comunidades judías en el marco del Imperio romano y más allá de éste. Las discusiones teológicas judías surgieron en lo que se denomina el judaísmo rabínico de las sinagogas —latín y griego: lugares de congregación—. El centro geográfico-religioso-político del pueblo de Israel/pueblo judío, se desplazó en forma radial de Jerusalén hacia Oriente —Babilonia— y hacia Occidente —Roma— y de allí a comunidades en todo el mundo. El Antiguo Testamento o Tanak (Tanaj) fue aceptado como texto canónico entre el siglo V AEC y el siglo I EC, es decir, en la época en la que la mayoría de los judíos estaban territorialmente concentrados en Israel/Judea y existía el Templo de Jerusalén; posteriormente, fue respetado, estudiado e interpretado durante la diáspora
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