Stella Calloni

Mi vientre de mujer es más hermoso

que los mares

cuando tu mano busca los encuentros

y mi cuerpo tiene alegrías de marejada

que todos desconocen

cuando paso acechando las sangre de los otros

por las veredas grises.

Yo fui esa mujer

que hacía señas desesperadas,

me amurallaba de frío en los umbrales

y en brazos de los hombres repetía

sólo tu propio nombre

como una letanía.

Hice este camino

para verte

para beber con vos

en las tabernas

y sostenerte el cuerpo.

Nos amamos

como simplemente sucede

y vemos andar el sol

sobre los cuerpos desnudos

como cuerdas de violín

como iluso violín

que arderá en las noches

bajo la avidez de los músicos.

Uno encuentra el amor

y a lo mejor no es tiempo,

se lo cuelga en la espalda,

lo pasea en los parques,

lo deja en las ventanas,

se embellece, se turba

entre las manos,

araña las paredes,

y apenas sobrevivo

sin tu aliento

mojándome la espalda.

Sales de las ventanas

como los gatos nocturnos.

Mi cama te contiene

y estoy oliendo tu sal

y tus delirios.

Hasta mi cama

llega el viento inclemente

y me arrastra

a la vieja costumbre

de pastar en llanuras.

Nuestra loca memoria

retiene

cada juego de amor que no concluye

como un ebrio

que canta enloquecido

en la boca de un cañón.

Después de los olvidos

que gastaron mi cuerpo,

tú eres

la piedra y el escándalo

que agonizan mi piel.