Gabriel Rodríguez Liceaga

Creo que sí extrañamos algo de lo que dejamos en la vida humana. De no ser así, entonces por qué la abuela Felicia habría decidido emprender una transformación tan complicada y riesgosa como la de una orquídea, de no haber sido por su deseo de quedarse aquí por siempre, entre las ramas de mi abuelo.

Ya oigo retumbar por el pasillo la voz de Ornelas, preparando en su mente la forma más fácil de acabar conmigo. ¿Tendrá los huevos para matarme? A mí me queda clara una cosa: el silencio que les regalé no lo compra nada. Yo puedo ser lo que quieras, pero que te persiga un fantasma de ese cale es otro asunto. Es como querer callar a Dios con una estopa.

ue uno no extraña nada, porque deja de ser lo que era para convertirse en algo distinto, y que justo de eso se trataba la transformación

ancé. Sin embargo, siempre que la vida siga su curso sin contratiempos, las personas llegan al momento en que deben decidir en qué quieren convertirse y c

preparándose para su transformación en orquídea

a llegar al pie del árbol y la abuela se quedaba ahí, prendada del tronco hasta que el sol terminaba de ocultarse y la primer ondonada de viento fresco hacía que le dolieran las articulaciones.

sus huesos comenzaron a volverse flexibles, su piel adquirió un verdor abultado y tierno

«Yo de aquí ya no me muevo», y no se movió.

fue lento y difícil.

es que atravesaría para llegar a la transformación.