Pero después de la desintegración de la Colombia bolivariana en esa fecha, el apelativo se volvió a usar para aludir a todo el vasto territorio que se extiende de México a la Patagonia, aunque otorgándole un nuevo significado: se trataba de afirmar y definir la identidad común, ya no en contraposición a España, sino frente al brutal expansionismo de Estados Unidos, entonces en pleno apogeo. Así, el panameño Justo Arosemena, alarmado por las pérdidas territoriales de México (1848), las actividades piratescas de William Walker por Centroamérica (1855-1856), los intentos de apoderarse de Cuba y la irritante presencia norteamericana en su tierra natal –que había provocado el incidente de la “Tajada de Sandía” el 15 de abril de 1857–, rehabilitó el nombre de Colombia para designar a la América Hispana en un discurso en Bogotá, el 20 de julio de ese año, en presencia de varios diplomáticos del continente, donde también llamó a rescatar el legado bolivariano de integración.