Rex Stout

Nero Wolfe no vacilaba nunca

su cabeza era tan grande que sólo moverla daba la impresión de que era un trabajo ímprobo. Seguramente era mayor de lo que parecía, pues era tan larga que sólo podía disimularlo su gordura.

También me dijo que había decidido que seis litros diarios de cerveza eran innecesarios, y además hacían perder mucho tiempo, por lo cual, en adelante, se limitaría a cinco litros.

sonreí otra vez al imaginarme cómo se llenaría la casa de botellas vacías

Le dije nuevamente lo que ya le había dicho otras veces: que la cerveza entorpece el cerebro, y que no comprendía que un hombre que, como él, se bebía seis litros diarios, poseyese una agilidad mental superior a la de sus demás compatriotas

que no cometería el insulto de aceptar mis alabanzas, pues si eran sinceras, yo era un idiota, y si no obedecían a la verdad, entonces yo sería un sinvergüenza.

por lo cual le seguí viendo y supe que las cosas no le iban demasiado bien

Cuando las cosas se pusieron tan mal que Wolfe, como todo el mundo, desde banqueros hasta vagabundos, tuvo que reducir gastos, Saúl Panzer y yo vimos reducidos el tamaño de nuestro sobre mensual. En cambio Durkin dejó de cobrar por completo.

Wolfe volvió a levantar la cabeza y apretó ligeramente, y por un instante, los labios. Esto, como yo sabía muy bien, era indicio de que en el interior de su voluminoso cuerpo algo ocurría.

Un ligero estremecimiento, que sólo mi aguda vista pudo percibir, recorrió el enorme cuerpo de Wolfe.