disfrutaba de la gente —al menos, de la que se mostraba tal y como era—. Sin embargo, ese tipo de actos sociales rara vez congregaban a personas sinceras y honestas. Si poseer esos rasgos, propios de un carácter íntegro, fuera un requisito para asistir a esos eventos, se podría oír el vuelo de una mosca en todos los salones de baile londinenses.