—Lynne, escúchame y, por lo que más quieras, hazlo bien, porque no creo que nunca más vaya a tener el valor de repetir esto. Puede que no sea el mejor de los hombres. Puede que tenga mil defectos y una única virtud. Puede que… refunfuñe, y que sea un orgulloso y me pueda la vanidad. Puede que muchas veces esté equivocado y que no tenga sentido de la orientación y que, si decides quedarte a mi lado, te saque de quicio todos los días de nuestras vidas. Puede que, en definitiva, no sea digno de alguien como tú. Pero estoy enamorado de ti, y te aseguro que nadie, en estas tierras o más allá del mar, te querrá como yo lo hago. —Nervioso, avergonzado, sonríe. Y es, posiblemente, la sonrisa más bonita que jamás me ha dedicado—. No tengo todo el oro de Marabilia ni hay posibilidades de que lo consiga, así que tendrás que conformarte conmigo. Aun así, y no me importa cuándo vaya a suceder, si en meses, años o décadas…, ¿te casarías conmigo?