Victoria Aragón

En realidad, las alteraciones ambientales que estamos viviendo no son algo reciente. Son parte de un proceso que se está acelerando, casi a la misma velocidad que si estuviéramos siendo succionados por un agujero negro

mi dedicación académica ha sido de ayuda para llegar a disponer de gran cantidad de información y datos sobre el alcance de los problemas que nos amenazan, y otro tanto cabe decir de mi experiencia vital. Todo ello me ha otorgado cierta sensibilidad hacia las privaciones que sufren muchas personas dentro y fuera de las fronteras de los llamados países ricos hacia el sufrimiento y pérdida de hábitat de otras especies y hacia las amenazas que sufren las generaciones futuras

Antes de mi aventura en el ámbito académico he trabajado en espacios de lo más variados: en la Dirección General de Tráfico, en una compañía de seguros y en unos grandes almacenes. Este último empleo, que fue mi primera experiencia real en el mundo laboral, me dio una visión meridianamente clara de lo que significan la explotación, la apropiación de todos los órdenes de la vida de los y las trabajadoras, las relaciones sucias entre empresa e instituciones políticas, la insolidaridad, el abuso de poder, el patriarcado y, en suma, la conversión de una lucha que debiera ser vertical en otra horizontal, de rapacería y deslealtad entre compañeras y compañeros

En nuestro mundo, dominado por la razón, por principios económicos y científicos, la idea de bienestar y felicidad viene marcada por la lógica del individualismo, del consumo y de la posesión de bienes como la fórmula indiscutible para lograr una buena vida, y para incentivar el mercado, panacea del desarrollo social y personal

El ideal de más consumo para más bienestar y, en consecuencia, para más felicidad, constituye, a todas luces, una ilusión. Utilizando un lenguaje filosófico-literario me atrevo a decir que constituye una aporía, por cuanto encierra un razonamiento contradictorio y especulativo, no lleva a una solución posible

a comienzos del siglo XX con el propósito de impulsar una industria creciente, que hasta ese momento se había abastecido de la miseria de la clase obrera para producir, y que después vio la necesidad de que esos mismos productores se convirtieran además en consumidores insaciables

tenemos dos opciones: seguimos buscando el placer del ideal capitalista de felicidad (actitud vigente hasta el momento), con consecuencias que podrían ser desastrosas; o bien provocamos un cambio de dimensiones excepcionales y sin garantías, teniendo en cuenta el retraso que llevamos y la acumulación de catástrofes en estado latente.

Desde entonces hemos entrado en una escalada de progresión consumista continuada, hasta desbordar la capacidad del planeta para soportar el nivel de destrucción actual, con una huella ecológica global de

70% más de planeta para poder producir los recursos que consumimos y absorber los residuos que generamos

pese a la experiencia de insatisfacción provocada por el consumo1 y la evidencia de inseguridades que ocasiona en todos los niveles, repetimos compulsivamente las visitas al mercado para adquirir una y otra vez la falsa sensación de poder personal, muy fugaz por otra parte, con el convencimiento añadido de que eso beneficia asimismo a la economía y, por ende, al conjunto de la sociedad.