Maricela Guerrero

Muchas personas, hombres y mujeres, me han querido coptar para la amplia secta de los Reproductores

verdad que hay preguntas que no hice a mi abuela antes de que muriera; tampoco se las he hecho a mi madre. Me enseñaron a verlas así: mujeres intocables en sus silencios.
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Algunas noches tengo miedo de llegar a la nada y me agarro a la mano de mi hijo, como si fuera la única verdad»

Y ahora me doy cuenta que regresar es irse»

Estas mujeres no son madres silenciosas y necesitan mostrarse, quieren que sus hijos sepan quiénes son ellas, que las conozcan

mujeres intocables en sus silencios.

Ya no era el cuerpo de una mujer, los primeros meses lo veía más como un terreno arado, polvoso, una sala de espera.

La suave respiración de mi niño se confundía con la minuciosa crueldad de las palabras en la pantalla del Kindle

Di tanta teta que, al final, a la que hubo que destetar fue a mí.

La idea de la maternidad, particularmente el derecho —inalienable por donde se le vea— de no ejercerla, es una discusión directamente sobre el cuerpo de la mujer. Es allí donde nos lo jugamos todo, todos.