Gustave Flaubert

el sauce llorón, que consideraba símbolo obligado de la tristeza.

Sta, viator... Por fin descubrió amabilem conjugem calcas!

porque esos libros de que habla muestran la existencia rodeada de belleza, pero luego, cuando se llega a la realidad, se topa con el desencanto.

El amor, creía ella, debía llegar de pronto, con grandes destellos y fulguraciones, huracán de los cielos que cae sobre la vida, la trastorna, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón entero

confundiéndose sus sensaciones recientes con los recuerdos, se percibía a sí mismo con doble personalidad, a la vez estudiante y casado, acostado en su cama como hacía un momento, atravesando una sala de operaciones como hacía tiempo

la señorita Emma trataba de coser unas almohadillas

En vez de volver a Les Bertaux tres días después, como había prometido, volvió al día siguiente, luego dos veces por semana regularmente, sin contar las visitas inesperadas que hacía de vez en cuando, como sin dar importancia

Ah, esa mujer!, ¡esa mujer! Y la detestó instintivamente

Por cansancio, Carlos dejó de volver a Les Bertaux

Después de todo, la había querido