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Lindsey Fitzharris

  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Estaban tendidos en las mismas trincheras donde habían muerto —recordaba un soldado—. No solo los veías; caminabas, te resbalabas, patinabas sobre ellos».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Un hombre recordaba que «echaron de todo al cráter a paladas, cubriéndolo con caballos muertos, cadáveres…, cualquier cosa que sirviera para rellenarlo, taparlo y que el tráfico pudiera seguir rodando».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    anto negro de moscas. «Lo peor —recordaba un soldado de infantería— era la masa burbujeante del sinfín de gusanos que rezumaba de los cadáveres».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Alguna vez habéis olido un ratón muerto? —preguntaba el teniente Robert C. Hoffman, veterano de la Primera Guerra Mundial, para alertar a los estadounidenses contra la participación en la Segunda, poco más de dos décadas después—. Se asemeja tanto al olor de un grupo de soldados muertos hace mucho como un grano de arena a las playas de Atlantic City».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Minutos después seguimos adelante, pisando los cuerpos mutilados de nuestros pobres camaradas»,
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    En el instante mismo en que sonó la primera ametralladora sobre el frente occidental, una cosa quedó clara: la tecnología bélica de Europa había dejado muy atrás su capacidad médica. Las balas surcaban el aire a velocidad aterradora. Los proyectiles y las bombas de mortero explotaban con tal fuerza que lanzaban a los hombres por el campo de batalla igual que muñecos de trapo. La munición con carga de magnesio se encendía al entrar en la carne.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Y una nueva amenaza, pedazos ardientes de metralla muchas veces cubiertos de fango repleto de bacterias, causaba unas heridas terribles a las víctimas. Los cuerpos eran vapuleados, agujereados y despedazados, pero las heridas de la cara podían ser especialmente traumáticas. Narices arrancadas, mandíbulas hechas añicos, lenguas descuajadas y globos oculares reventados. En algunos casos, la cara entera se borraba como un tachón. En palabras de una enfermera de batalla: «La ciencia médica estaba atónita ante la ciencia de la destrucción».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    Además de causar muerte y desmembramientos, la maquinaria de la guerra también produjo con eficiencia millones de lisiados.

    En ninguna otra guerra se habían perdido tantas vidas, y en parte fue debido a la invención de nuevas tecnologías que hicieron posible la masacre a escala industrial. Con las armas automáticas, los combatientes podían disparar cientos de balas por minuto contra objetivos lejanos. La artillería hizo tales avances que con algunas armas de largo alcance se debía tener en cuenta la curvatura de la Tierra para asegurar la precisión del disparo. El mayor cañón de asedio de los alemanes, el temido «cañón de París», batió la capital francesa con proyectiles de noventa kilos a ciento veinte kilómetros de distancia
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    El historiador militar Leo van Bergen señala que este aspecto, unido a los avances en artillería, significó que una compañía de tan solo trescientos hombres de 1914 podía «desplegar una potencia de fuego equivalente a la de los sesenta mil hombres del ejército que combatió al mando del duque de Wellington en la batalla de Waterloo».
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 3 días
    La primera fue el Flammenwerfer, o lanzallamas, que aterraba hasta
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