Los niños lo manifiestan a través de sus síntomas, que son una expresión del sufrimiento derivado de no crecer sobre un suelo firme y coherente en el que poder sostenerse cuando tienen que enfrentarse a los problemas y los retos cada día más complejos a los que la vida los somete, mientras que sus padres y madres dicen no saber qué hacer y sentirse a menudo bloqueados, debatiéndose entre el exceso de información que les llega, la educación que han recibido y sus propias necesidades como personas, que no sienten cubiertas y siendo arrastrados por una sociedad que los responsabiliza de todo y que por otra parte está organizada para que una crianza con salud mental, tanto de las madres y de los padres, como de los menores, sea casi un imposible.