niñas, niños y adolescentes no necesitan la ESI para sentirse atraídos por personas de su mismo género, o para percibir que no se identifican con el sexo que les fue asignado al nacer. Tampoco es necesaria para mantener relaciones sexuales, ni para que las adolescentes queden embarazadas, situación que muchas veces trunca su carrera escolar. Todo esto ocurría antes de la existencia legal de la ESI, y no se modificará mientras se siga discutiendo y demorando su implementación real en todas las escuelas del país, públicas y privadas, laicas y confesionales. Mientras no logremos que las creencias personales queden limitadas al ámbito privado, y el respeto, el cuidado y la valoración de la diversidad guíen nuestra relación con los otros, seguiremos viendo casos de bullying homofóbico, agresiones y hasta crímenes de odio. No existe la posibilidad de no educar sexualmente: educamos con lo que hacemos, con lo que decimos y también con lo que callamos.