Teresa Gispert

Y si no te hubiera querido,
y si no me hubieras hecho
tan feliz,
¿me dolería ahora tanto
tu recuerdo?

De tanto quererte,
se me olvidó amar
a quien más fiel me sería,
a mí misma.

Que cuando me rompí(ste), la mala suerte
me la lleve yo, y los siete años se convirtieron
en vidas, aunque yo siempre fui más perra
y he perdido la cuenta de las veces
que me quedé afónica aullando a la luna
sin más resultado que su mirada indiferente.
Y la tuya.

Una aprende que no hay metas inalcanzables, hay
objetivos que no merecen la pena.
Que la muerte besa en los labios, el cuerpo y el alma.

Que hay piedras en el camino que son montañas.
Que la decepción es servida en bandeja
por las personas más apreciadas.
Que no todo tiene la propiedad de olvidarse.

Que a veces por mucho que se ande no se recorre
distancia, se recorre experiencia.
Que las ilusiones mejor acompañadas que solas.
Que los miedos agarran el sabor de hacerte perder,
no de ganar.
Que hay promesas que no se deben cumplir.
Que las mayores luchas a menudo son con nosotros
mismos.

Que hay verdades que hacen que el resto de las cosas
parezcan mentira.

Que las peores lágrimas vienen envueltas con el más
duro de los silencios.

Que hay que quedarse con la persona que te elige
como prioridad, aunque tenga millones de excusas
para no hacerlo.

Tengo miedo de llorar colmando el mar en su plenitud,
y de sobrar para que el mar a mí me colme.
Tengo miedo de despertarme y no hallarle,
y de serlo todo o de no ser lo que espera.
Tengo miedo de que me quieran demasiado,
y de querer con el corazón y el alma entera.
Tengo miedo de lo desconocido,
y de aquello que conozco más de la cuenta.