Unas hormonas deseando entregarse a alguien sin tener a quién ni cómo hacerlo. No hay nada más anómalo que una madre sin niño. Que un pecho que se desborda porque no tiene a quien saciar.
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Son las ciudades grandes las que nos quitan protagonismo
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Cuentan que llevaba demasiado tiempo con el corazón roto.
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«Quisieron enseñarme a golpes que la vida es dulce».
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A la mañana siguiente el corazón ya no le latía. Tenía 27. Se fue a la edad en que los malditos sentían la llamada de la muerte, pero en pleno siglo XXI.
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Cuentan que vivía entre la euforia y la depresión, que se reía con la misma fuerza con la que se desesperaba
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Él la adoraba en silencio y ella siempre lo hacía visible
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