Karla Suarez

  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Todo ocurrió en 1993, año cero en Cuba. El año de los apagones interminables, cuando La Habana se llenó de bicicletas y las despensas se quedaron vacías. No había de nada. Cero transporte. Cero carne. Cero esperanza. Yo tenía treinta años y miles de problemas.
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Soy licenciada en Matemática y a mi profesión le debo el método y el razonamiento lógico. Sé que hay fenómenos que sólo pueden ocurrir cuando determinados factores se reúnen, y ese año estábamos tan jodidos que fuimos a converger hacia un único punto. Éramos variables de la misma ecuación. Una ecuación que quedaría sin resolver hasta muchos años después, ya sin nosotros, claro
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Vivir en La Habana era como estar dentro de una serie matemática que no converge a nada. Una sucesión de minutos que no iban a ninguna parte. Como si todas las mañanas despertaras en el mismo día, un día que se ramificaba y se volvía pequeñas porciones que repetían el todo. Horas enteras sin electricidad. Poca comida. Arroz con chícharos a diario. Y la soja. Picadillo de soja. Leche de soja. En Europa eso será un lujo dietético, aquí era el pan nuestro de cada día. Y sólo teníamos derecho a un pan al día. Una pesadilla.
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Las calles de La Habana con viento son una maravilla, tienen un extraño encanto, cierto ángel
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Ángel se incorporó sentándose junto a mí, terminó su trago de un golpe y dijo que era importante conservar la historia para saber quiénes éramos.
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Si el muro del Malecón pudiera hablar sé que no le alcanzaría el tiempo para contar todas sus historias, porque ha visto de todo: inicios y rupturas de parejas, confesiones, intentos de suicidio, recitales, escándalos, conjuras, suicidios consumados, fecundaciones, despedidas, risas, llantos… El muro lo ha visto todo.
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Él era de esas personas que pueden pasar inadvertidas la primera vez, pero basta que les dejes abrir la boca para que tu atención se concentre en sus palabras. Tenía el don de los encantadores de serpientes. Y lo sabía, por supuesto.
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Leonardo hablaba y yo lamenté no haber ido nunca de verdad a las funciones del Ballet Nacional de nuestro tiempo, ni siquiera para ver a Alicia Alonso, que es parte de la historia viva del teatro, pero el escritor sí que la había visto y casi lo escuché aplaudir después de verla bailar Giselle. Así, mientras viajaba en la parrilla de una bicicleta, sorteando baches por una oscura ciudad de 1993, fui conociendo todas las transformaciones y cambios de nombre que sufrió el lugar hasta convertirse en el Gran Teatro de La Habana
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    Míralo, Julia, es siempre hermoso, dijo. Y sí, aunque la escasa luz que llegaba de lejos apenas permitía vislumbrar su arquitectura, el Teatro Tacón seguía siendo muy hermoso
  • Yatzel Roldáncompartió una citael año pasado
    El cuerpo cambia, pierde tersura, se va a cubriendo de manchas, envejece, pero lo que me resulta curioso es que en su interior o al menos, en el interior de esta cosa cada vez menos peluda que llamamos cabeza, es como si no pasara nada, como si uno siguiera siendo siempre el mismo. Creo que de no existir los espejos tampoco existiría la palabra “envejecer”.
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