Michael Faber Kaiser

La profesión de la política es el reino de lo eternamente igual, de la despiadada repetición. Todo aquel que alguna vez haya tenido la desgracia de participar en una reunión, conocerá la sensación de paralización que invade incluso al más voluntarioso cuando en tales ocasiones se ve obligado a escuchar las prolijas exposiciones, disquisiciones, debates y consideraciones, donde jamás aparece el factor sorpresa. Y, sin embargo, la principal tarea de todo político consiste precisamente en participar en reuniones y sesiones

Como es bien sabido, los ingenieros suelen ser seres progresistas, para quienes la velocidad no es obra de brujería.

El cuerpo ha de parecer lo más amorfo posible, como si fuera una salchicha inmensa, un globo aeroestático o un saco de patatas. Pero esta voluminosidad se manifiesta sorprendentemente henchida, y habría que preguntarse si ese relleno está formado por aire o por carne saturada de hormonas.

Dicho esto, deberemos dejar sin respuesta la pregunta de si la tendencia del ser humano al despilfarro tiene orígenes biológicos. Pero se impone buscar analogías sociales a los costosos caprichos de la naturaleza. Y esto es lo que han hecho los etnólogos de nuestros días

No es necesario compartir la metafísica de Bataille sobre el despilfarro para darle la razón en un punto: que por muy pobre que fuera, jamás ha existido una sociedad humana que hubiera desistido del lujo. Incluso cabría afirmar, con buenas razones, que precisamente en tiempos de hambruna es cuando menos se ha ahorrado. Aquellas sociedades tradicionales que han estado amenazadas permanentemente por la escasez, desarrollaron en sus fiestas un lujo inconcebible.

Porque al lado del lujo colectivo se ha establecido desde hace tiempo un lujo democrático, privado, cotidiano, desligado de todo tipo de ritual, casi podríamos decir que menguado. Esto ha sido posible por «la prosperidad indiscutiblemente ampliada a las clases bajas gracias a los progresos de la industria». Nada más lejos de nosotros que «la sensac

placer por el derroche tiene sus raíces en la estructura de los instintos, el lujo jamás desaparecerá del todo. Sólo falta saber qué forma adoptará en el intento de huir de su propia sombra

Extraña inversión de una lógica de los deseos: el lujo del futuro se despide de lo superfluo y tiende a lo necesario, que presumiblemente sólo estará a disposición de una minoría. Lo que importa no lo encontramos en ningún Duty Free Shop

Porque la necesidad de crear poesía corre paralela con el rechazo de leerla. A menudo estos sentimientos incluso coinciden en una misma persona. Es como si el buey en la era se pusiera en huelga de hambre. Ahora bien, la total negativa a interesarse por la producción de los demás también es característica de los poetas «profesionales», y por lo menos en este sentido comparten los sentimientos de la mayor parte de la población, que prefiere leer cómics o novelas policíacas o simplemente el periódico.

Ahora bien, incluso aquellos autores que apuestan por un renacimiento de la versificación con rima, no quieren darse cuenta de la problemática que ello conlleva. Parecen no saber que la rima, desde que fue explotada hasta la muerte, se ha convertido en un baile sobre el filo de un cuchillo y que sólo podrá ser salvada por medio de un extraordinario saber artístico