desde la década de 1980, ha venido ampliando de manera injustificable la definición de enfermedad mental para abarcar cada vez más ámbitos de la experiencia humana. Lo ha conseguido multiplicando rápidamente el número de trastornos mentales que se considera que existen (de los ciento seis reconocidos a principios de los años setenta hasta unos trescientos setenta en la actualidad) y rebajando progresivamente el listón de la definición de lo que se considera un trastorno psiquiátrico (facilitando de este modo que cualquiera de nosotros pueda ser calificado como «enfermo o enferma mental»